Lo peor es el hueco en la mesa de las cenas, mi silla en el
vermú.
Que me haya quitado eso es mucho peor que las noches de sexo
salvaje o de alcohol sincero. Peor que los te quiero de mentira.
La silla en la mesa de Nochevieja, los cinco euros de los
regalos conjuntos, las tapas en el Fausto y las tardes de domingo en el sofá
con Panda.
Eso es lo peor; eso es lo que más me duele que me haya
robado.
Pero en realidad la culpa no es de su azul ni de su
carencia; la culpa es de él, como siempre, fue él quien se lo dio en bandeja,
quien se lo entregó sin pedir nada a cambio, al revés pidiendo la distancia y
la frialdad que o no sabría darle.
Así que en realidad él me ha quitado mis noches de mayores,
mis chupitos de José Cuervo, y mis vivencias en la otra orilla. Y saber que
quien ocupa mi lugar no es mejor que yo, no ayuda ni reconforta, más bien todo
lo contrario…
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