Alicia

Las cosas no mejoran, empeoran o se estancan. Creo que estos conceptos son sinónimos o más bien siguientes. Se estanca todo. Se queda al fondo cogiendo olor, anidando mierda y bichos crueles e insensibles que arrasan con todo como si nada.
Nos pasamos el presente pensando en el futuro, en un futuro imaginario, inventado, un futuro que no existe, un futuro tan lejano como doloroso, un futuro que no llegará siempre, vivimos en él, por las noches, en nuestros sueños; viviendo en fantasías, en el país de las maravillas que nos enseña una Alicia cansada, drogada, agotada de sonreír, con la mandíbula desencajada de tanto fingir una sonrisa falsa. Pasamos, cogidos de su mano, con una falsa sensación de bienestar, de seguridad, paseamos por montes, caminos, andamos sobre el agua roja esperando ser felices en un país que, realmente y así lo sabemos, no existe más que en nuestra cabeza, en nuestra tarada mente, un mundo que es tan irreal como intangible.
Y ahí permanecemos, todas las horas del día que se nos permite, los paseos con la música aislante y aislada, las horas de sueños, los segundos que miramos al infinito supuestamente sin pensar en nada profundo, los instantes que le robamos al tiempo mientras nos lavamos los dientes. Nos escapamos a un mundo donde nos sentimos seguros siempre que se nos permite.
Pero luego llega la realidad, cruel y luminosa, brilla tanto que hace daño, que duele, que hiere y con toda la crueldad que caracteriza a la cruda realidad nos arranca del vientre de nuestra Alicia puesta para obligarnos a pasar por el horrible tránsito del parto.
Devolviéndonos, con más pena que gloria, a una realidad que ni gusta ni reconforta.


Ahora bien, si alguien entiende algo de esto que me lo explique porque yo no lo entiendo.