miércoles, mayo 21, 2008

La luna y el mar

La Luna y el Mar

Él conocía todas sus caras. Lleva reflejándose en él desde que el mundo es mundo, ¿cómo no va a conocerlas?

Al principio él pensaba que podía tocarla, movías sus aguas formando pequeñas olas que intentaban tocarla, pero siempre pasaban a través de ella. Le costo mucho creerse que solo era un reflejo, que no podía tocarla porque no tenía forma. Entonces se enfado pensando que ella le había engañado, y cuando levanto los ojos para maldecirla la vio en el cielo. Fue entonces cuando comprendió que lo que él quería alcanzar estaba alto, muy alto. Así que intento llegar hasta ella. Enfureció cada gota de su ser para crear las olas más altas y poderosas nunca vistas. Pero no consiguió llegar a ella. Lo único que logró fue remover cada grano de su arena, cada chispa de su agua formando el caos en el mar. Lo único que logró después de tanto esfuerzo fue desgastar sus rocas y agotar su agua. Pero él al ansiaba tanto…

Los días se le hacían tan largos. Solo deseaba que el sol se escondiera y le dejara pasa a ella, a su amante, a su amada.

Las noches se le hacían tan cortas.. Mirándola, observando cada detalle de su perlada faz, envidando a las estrellas que brillaban a su lado, tan cerca, protegiéndola, guiándola.

A veces, intentaba hablarle moviendo sus aguas intentado que sonaran como susurros en los que se podía leer te quiero. Pero su amada no podía oírle, o si le oía no le entendía, estaba lejos, demasiado lejos…

Otras veces se sentía tan frustrado que prefería que ella no se reflejase en él, prefería no haberla visto nunca, que no existiera. Estaba tan cansado de soñar con ella, de imaginarse su olor. Algunas veces estaba harto. Pero esos malos pensamientos se desvanecían en cuanto tornaba los ojos y la veía otra vez. Blanca, reluciente.

Había pequeños momentos en los que se sentía cerca de ella, tocada por ella. Las noches de lluvia sentía que cada gota que sobre él caía le regalaba una caricia de ella. Ojalá con ese le hubiese valido, le hubiese sido suficiente, pero no lo era.

Intentó olvidarse de ella, borrarla de su cabeza. Intentó pensar que nunca había existido. Y cerró sus ojos. Pensó que podría olvidarla si no la veía. Cerró los ojos y empezó a sentir. Dejó que las rocas entraran en su vida, que la arena se mezclara con el agua, que las algas bailaran al son de sus olas. Intento querer a las rocas, amar a la arena, enamorarse de las algas. Pero era inútil. Por más que apretara sus ojos seguía viéndola, amándola, a través de sus ojos cerrados, porque aunque no pudiese verla, la sentía y eso era más que suficiente.

Muchas veces se preguntaba qué sentía ella, qué pensaba. ¿Podía verle? ¿Se dignaba a mirarlo? ¿Intentaría si quiera entender lo que él quería decirle?
Pero los ojos de ella estaban ocupados en otros menesteres. Ella observaba el este esperando la salida del sol. Lo ansiaba tanto como el mar a ella. Por eso brillaba más cuando aparecía y cuando se ocultaba, porque era en los momentos en los que se cruzaba con su Sol.

Y el mar lo sabía, se engañaba pensando que no era cierto, que solo se lo imaginaba. Pero él lo sabía. Sabía que su amada amaba a otro. Que ella sí que tenía un amante, un amante correspondido. Porque ellos podían tocarse, podían acariciarse el uno al otro aunque fuese una sola vez cada mucho tiempo. Pero para ellos era más que suficiente. Fue entonces, la primera vez que el Mar vio acariciarse a ambos cuerpos celestes, cuando se dio cuenta de que ella nunca podría amarle, porque necesitaba ser tocada y él eso no podía dárselo por más que lo anhelara.
Entonces dejó de mirarla, torno los ojos de forma definitiva para dejar de torturarse. Porque estaba cansado, muy cansado de sentirse solo, de no sentirse amado.

Fue al tornar los ojos cuando se dio cuenta de que había más cosas a las que podía tocar, amar incluso. Ahora ya no veía a la luna a través de sus ojos cerrados, ahora ya no la sentía, no podía hacerlo, no se lo permitía a si mismo.
Así el mar tuvo que conformarse con amar a las rocas. Tuvo que aprender a querer lo que podía tener, a dejar de buscar aquello que estaba lejos, demasiado lejos...

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Frases para recordar

  • · "¿Se puede pensar en el futuro, teniendo presente el pasado?"
  • · "Nibili volitum quin praecognitum " (No se desea nada que no haya conocido antes)
  • · "Nibil cognitum quin praevolitum " (Nada es conocido que no se haya anteriormente amado)